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No hay muchos trabajos en los que la jornada laboral comience subiéndote a un helicóptero. Ayer pillé plaza en el vuelo a
Le Borgne con doce militares del batallón chileno. Tras sobrevolar el Cabo pasamos por
La Badie, en donde a más de un turista despistado se le debió atragantar la langosta al vernos pasar. Cuando llegamos a Le Borgne me acordé del anuncio del helicóptero de Tulipán que aterrizaba en las piscinas para regalar bocadillos.
Cosas de la edad, supongo.
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