La última semana los acontecimientos se han ido sucediendo a un ritmo precipitado, casi vertiginoso. Todo empezó el lunes por la mañana cuando abandoné Gonaïves demasiado dormido para darme cuenta de que despegaba rumbo a Puerto Príncipe con un billete sin vuelta entre las manos. Ya se sabe, los 23 de abril se vencen dragones.
Trasladarme a la capital no entraba dentro de mis prioridades pero los últimos meses en Gonaïves no han sido fáciles, teniendo a veces la sensación de vivir una y otra vez el mismo día repetido. Como Bill Murray en Atrapado en el tiempo (Groundhog Day), mi particular día de la marmota comenzaba a las 6:35 a golpe de despertador, exactamente una hora más tarde mi walkie-talkie terminaba de escupir el cada vez más predecible aviso de seguridad y a las ocho en punto el himno nacional haitiano, cortesía de la emisora de radio local, hacía de B.S.O a mi entrada en la oficina.
Desde que llegué a Puerto Príncipe todo esto ha cambiado. Aunque supongo que con el tiempo la novedad de los primeros días irá desapareciendo dando paso de nuevo a la rutina, por el momento ya he disfrutado de siete días de gratas sorpresas en los que el azar ha ido cobrando importancia haciéndome sentir en ocasiones como trapecista sin red. Y es que a veces nos negamos a admitir la importancia que la suerte tiene en nuestras vidas subestimando todo aquello que escapa a nuestro control. Si no se lo creen, que se lo cuente el maestro Woody Allen.
Foto: mis cosas en tres maletas y una caja, da que pensar.
1 comentario:
hola, sigo tu blog desde hace meses. estuve viviendo en sto domingo el año pasado (trabajando en coop int)y visite puerto ppe en noviembre. buscando info sobre haiti encontré tu blog y te tengo que decir que me encanta mirarlo de vez en cuando, sigo tus aventuras y me encanta saber de haití. ¿como estan las cosas ahora?. tengo gran curiosidad por saber a qué te dedicas allí! gracias por tus relatos. Celia
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